Hace más de 15 años
padezco una enfermedad que la ciencia occidental ha denominado Endometriosis.
Para simplificar el asunto, se trata de
que cuando te llega el periodo menstrual sufres de dolores inimaginables,
contracciones de parto y hemorragias incontrolables.
Por supuesto la
ciencia médica, en su mayoría investigada y manejada por hombres, no conoce la
cura ni la causa de dicha enfermedad.
He probado todos
los tratamientos médicos que se puedan imaginar. Tanto de la medicina tradicional,
como de la medicina alternativa, desde la homeopatía, la medicina biológica y
las yerbas de la famosa Negra María. He viajado a otros países en busca de
medicina. He pasado años enteros en que cada mes tengo que ir a una clínica u
hospital, llorando y suplicando un calmante para el dolor y ayuda para mi problema. Por supuesto, han de imaginar la
cara de los médicos y enfermeras cuando llegas gritando de dolor, porque tienes
la menstruación. Por poco se ríen, como diciendo: “pero está loca, si esto es normal,
y si duele pues aguante, quien la manda a ser mujer”.
La familia ya
también se aburre de la visita mensual en la que hay que atender a una enferma,
una vez más, y sentirse impotentes ante no saber qué hacer con una persona que
se desangra y llora desesperadamente por un dolor que no se comprende.
Estos episodios me
han demostrado que a la ciencia poco le importan los asuntos femeninos y la investigación en el campo, es aún
desconocida.
Sorpresivamente leía
un artículo en que decían que el 30% de las mujeres del mundo sufrimos de
endometriosis. “Que queeeeeeeeeee´?”, no
lo podía creer. Si somos tantas por qué
todos los científicos del mundo no están de cabeza en el asunto.
Pero ahora, creo
que no es asunto de la ciencia. Es un asunto del encuentro con la esencia femenina,
con la reconciliación histórica de algo que la sociedad ha querido estigmatizar,
y rotular como algo sucio, incomodo, impropio, estorboso, y muchas otras cosas
que nos han querido convencer. De generación a generación han venido
vendiéndonos la idea de que tu sangre es
algo que, mejor no debe estar contigo.
Ya desesperada,
estaba decidida a mis 34 años, a sacarme el útero, y terminar con mi enfermedad.
Pero en mi interior siempre se ha alojado la esperanza de encontrar en esta
situación respuestas a mi ser interno y a la magia de ser mujer, de ser dadora
de vida, de ser creadora.
Estuve en el último
encuentro de mujeres en la Atlántida, y pude conocer de otras, la bella
experiencia de la “Siembra de la luna”. De una relación armónica y consciente
con nuestros ciclos naturales y con la magia y la oportunidad de ser mujer.
Escuché atenta y
pregunté. Observé y oré a lo más profundo de mi ser, por ser esta, una
oportunidad para hallar respuestas.
Ahora llevo tres
meses haciendo la siembra de la luna y siento que he dado un salto cuántico y
lunar. La relación con mis ciclos ha dado un giro de 180 grados y los efectos
han sido, me atrevería a afirmar, milagrosos.
Desde que comencé a
usar la copa y a NO usar toallas higiénicas, ya no tengo lo que denominábamos: “hemorragia”.
Simplemente sale algo de sangre de mi cuerpo, que recojo en una copa, la cual
tengo la oportunidad de tocar, oler, y sentir. Recoger mi sangre me ha dado la
oportunidad de entrar en comunión con algo supremamente intimo de mi ser, así
como lo es mi leche materna y la relación con mi bebe que nació de mi vientre.
Al sembrar mi luna, siento que me reintegro al ciclo vital de la vida, haciendo
un círculo entre lo que nace y da vida. De lo que mi cuerpo sale, doy vida a
las plantas y a la tierra. Mi líquido íntimo es abono y medicina para las matas
y es abono y medicina para mí misma.
Sólo en tres meses,
puedo decir que los síntomas de mi ciclo y su llamada endometriosis, han
disminuido en un 70%. Este último mes solamente tomé 3 calmantes fuertes y 2
suaves. Antes eran 20 fuertes, 30 suaves y a veces 4 inyecciones, cuando no
tenia que recibir droga intravenosa en los hospitales.
Para mi es más que
una alegría y una reconciliación con la vida y con mi ser femenino.
Es indiscutible que
los químicos de las toallas higiénicos son supremamente nocivos para nuestra
salud y que el negocio de “Nosotras”, se abastece de votar a la basura lo que
es sagrado en nosotras, y de producir más sangrado a costa de dañar nuestro organismo
donde se reproduce la raza humana y donde crecen los pueblos de esta humanidad.
Antes de usar la
copa gastaba 4 paquetes de toallas higiénicas, de las cuales 2 eran de
maternidad, más 2 paquetes de protectores para los últimos días. Ahora con la
copa sólo me sale ¼ de onza en casi todo el día. No es increíble?. Lo increíble
es que ahora quiero que salga más, porque con esta tengo el jardín más lindo de
todo mi barrio, y el jardín de mi corazón ha crecido y está en paz con el
universo.
Doy inmensas
gracias a las mujeres que me han entregado este sagrado conocimiento y espero
que todas las mujeres del mundo abramos nuestra consciencia a cambiar nuestra
relación con nosotras mismas, y comencemos a realizar el hermoso ritual de la
siembra de la luna, que se convierte en la danza de la luna, en el canto de la
vida, en el nacer de lo femenino.

Galia Bermúdez
Filosofa, música y bailarina.